La verdad es una sola y yo no
dejo de dar vueltas para no contarla y así no se entiende nada… ¿hasta donde es
lícito compartir mi vida en un blog? Ya conté
que tengo TLP, que me desvivo de amor, que soy sumisa, que mi ex lucha contra
un cáncer… ¿Qué podría horrorizar a mis lectores? O mejor dicho… ¿Qué podría avergonzarme?
Mi TLP me hace especialmente
abierta, me hace compartir casi todo lo que vivo porque escribir es una de las
mejores terapias que he encontrado. Pocas son las cosas que me guardo, alguna
que otra porque mi libertad termina donde comienza la del próximo y suelo ser
muy respetuosa. Pero hoy me encuentro en una encrucijada, hace días que vengo
contando una verdad a medias, un poco por pudor, otro porque no sé donde esta
el limite.
La cuestión es que mi hijo no irá
a un colegio interno, hemos pedido ayuda a la EAIA por enfermedad y nos fue
concedida. Somos uno de los pocos casos sino el único que pide ayuda a este organismo.
¿En que cambia? En que las reglas son otras y el trato también, ahí tiene
educadores sociales, psicólogos y todo lo que el niño necesite. Es una residencia
al estilo familiar y podrá seguir en el mismo instituto. Podrá pasar los fines
de semana con nosotros y esta muy cerca.
Mientras tanto por nuestra parte
seguiremos viendo a la asistente social y a la educadora para trabajar los
puntos débiles, harán un seguimiento de nuestra salud y cuando estemos bien,
nuestro hijo retornara a casa.
No estoy muy segura pero creo que
en esto de pedir ayuda somos uno de los primeros sino los primeros.
No sé
si me explico bien y lo que digo se entiende… la cuestión es que todo es para
bien y a pesar de mi dolor siento que estoy haciendo el mayor acto de amor de
mi vida, mi hijo es lo primero.
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